
Un lugar de encuentro para las familias
Hubo un tiempo en que los domingos en Almería estaban marcados por la algarabía de las familias reunidas, el tintineo de los cubiertos en las bandejas y el bullicio de los niños corriendo entre los juegos, un escenario que evocaba la felicidad despreocupada de aquellos días. Era el tiempo del Merendero Self Service Los Díaz, un lugar que marcó generaciones y se convirtió en el punto de encuentro para los almerienses que buscaban disfrutar de una jornada de descanso y recreo el fin de semana.
Un concepto innovador que conquistó a los almerienses.
Este singular merendero, ubicado en la barriada de Los Molinos, abrió sus puertas en junio de 1971 y revolucionó el concepto de restauración en la ciudad con su innovador sistema de autoservicio. Los comensales, bandeja en mano, recorrían los expositores eligiendo entre una variada oferta gastronómica que combinaba calidad y precios accesibles. Inicialmente, el self-service contaba con una sola barra, pero debido a la gran acogida que tuvo, se habilitó una segunda barra que se abría como refuerzo en las horas de mayor afluencia para evitar largas esperas. Sin la obligación de un consumo mínimo, los clientes podían organizar su comida a su medida, recogiendo su pedido y acomodándose en las amplias mesas dispuestas en diferentes lugares al aire libre o en zonas habilitadas como comedor.
Lo que convertía al Merendero Los Díaz en un lugar especial era su ambiente familiar y su horario tan particular. Inicialmente, en la época de verano, abría todos los días por las noches, permitiendo a los visitantes disfrutar del frescor nocturno. Aquellos veranos tenían un encanto especial, con familias y grupos de amigos compartiendo largas sobremesas, niños correteando entre los columpios y el murmullo de conversaciones alegres bajo el cielo estrellado. Con el paso del tiempo, la apertura se centró en los fines de semana: sábados por la noche y domingos al mediodía, principalmente durante el otoño e invierno, convirtiéndose en un punto de encuentro imprescindible para compartir momentos en familia y con amigos.
Un espacio de ocio para grandes y pequeños
La fuente decorativa con una figura de Bambi en su centro, situada justo a la entrada de la finca y frente al molino, daba la bienvenida a todos los que llegaban al recinto, convirtiéndose en un símbolo reconocible del merendero. Arriba, en la plazoleta del molino, había también otra fuente, formada por una rueda de molino y decorada con la figura del famoso Manneken Pis, un detalle que sorprendía a los visitantes y que añadía un toque pintoresco al lugar.
El Self-Service no solo ofrecía buena comida, sino que también estaba pensado para el ocio y la diversión. Contaba con la ventaja de disponer de un amplio aparcamiento gratuito, lo que facilitaba la llegada de familias y grupos de amigos sin preocuparse por encontrar sitio para sus vehículos. El parque infantil, que incluía columpios y toboganes, tenía una zona con varias especies de animales que fascinaban a los más pequeños. Dos de los toboganes ellos ofrecían una experiencia única, no sólo por su tamaño sino también porque los niños tenían que subir corriendo por los pasillos de subida al molino, para luego lanzarse desde las barandas que rodeaban la plazoleta, deslizándose con emoción. Era un ritual imprescindible para los pequeños aventureros que pasaban sus domingos en el lugar.